Steve Earle, uno de los grandes de la escena country, nos narra ahora sus peripecias con el Fantasma de Hank Williams, en su nueva novela "NO SALDRÉ VIVO DE ESTE MUNDO", traducida por Javier Calvo, y dedicada a su padre Jack Dublin Earle.
En su contraportada reza:
Doc Ebersole vive con el fantasma de Hank Williams. Literalmente. Y no solo porque fue uno de los últimos en verlo vivo, ni tampoco porque se rumorea que fue él quien dio a Hank Williams la dosis final de morfina que le mató.
No saldré vivo de este mundo es una espléndida novela, una balada sobre el arrepentimiento y la redención, y sobre las maneras en que podemos reinventarnos a nosotros mismos y a nuestro mundo mediante algún pequeño milagro.
«Steve Earle dota a su prosa de la misma autenticidad, espíritu poético y energía cinematográfica que proyecta en su música.» Patti Smith
No saldré vivo de este mundo es una espléndida novela, una balada sobre el arrepentimiento y la redención, y sobre las maneras en que podemos reinventarnos a nosotros mismos y a nuestro mundo mediante algún pequeño milagro.
«Steve Earle dota a su prosa de la misma autenticidad, espíritu poético y energía cinematográfica que proyecta en su música.» Patti Smith
Os dejo un pequeño extracto del libro:
"Hay que joderse- gruñó Doc por lo bajo. Se había pasado gran parte de su vida en bares de todo el sur, y no fallaba nunca, joder. Si te pasabas el bastante tiempo sentado, siempre había algún capullo que ponía un disco de Hank Williams. Aunque llevaba casi una década muerto y enterrado bajo dos metros de tierra herrumbrosa de Alabama, el viejo Hank todavía se quedaba con las monedas y los hacía llorar. Doc examinó la sala. Había trabajadores de la construcción, operarios de almacén, soldados de Fort Sam y haraganes con pensión de invalidez. Sus edades iban desde los veintipocos hasta los setenta y tantos, pero a todos les encantaba Hank. Ya les había encantado mientras estaba vivo y ahora que estaba muerto les encantaba todavía más. Hasta a los mexicanos les encantaba aquel hijo de puta, por mucho que la mayoría no entendieran ni jota de lo que estaba cantando. Las canciones de Hank trataban de sus apuros y desventuras con un ritmo machacón al que podían bailar. Hasta el último de aquellos tipos estaba convencido de que el viejo Hank le cantaba a él de forma individual, o por lo menos de forma exclusiva a la gente como él, a las personas normales con hijos que criar y facturas que pagar, la mayoría de ellas vencidas. No tenían forma de saber que en aquel mismo momento, en la otra punta de la ciudad, en las casonas victorians de la vieja aristocracia de Olmos Park y Alamo Heights, había médicos, abogados y políticos sirviéndose whiskys con soda y poniendo a Hank a todo volumen en sus equipos de alta fidelidad. Cierto, tenían montones de Frank Sinatra y Nat King Cole en su tocadiscos de recarga automática, pero cuando estaban bebiendo, el único que les servía era Hank, y no había ni uno de ellos dispuesto a pagar ni un centavo por oír a otro cantante country que no fuera Hank.Doc no se preguntaba por qué todos insistían en hacerse aquello a sí mismos. Era consciente de lo que estaba a punto de suceder. Cuando uno de los discos de Hank se asentaba en el plato de un tocadiscos automático, hasta el retumbar inicial de la aguja en los surcos desgastados transmitía una sensación de soledad. La steel guitar llorosa era el anzuelo, pero era el ritmo el que enganchaba, y para cuando la voz de Hank aparecía crepitando en los altavoces ya era demasiado tarde. Ya no había escapatoria. (…) ¡Dios Bendito! Qué voz. Era un lamento desgarrador y desconsolado que te calaba hasta los huesos como si fuera un día frío y lluvioso. Los lamentos de un alma en pena country vaticinando la condenación inminente."
Y algunas críticas:
ABC
Republica
El placer de la lectura
El giradiscos
y el primer capitulo del libro en ingles:
Capitulo1
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