Creo que tambien debería confesar que me sentí impulsado a escribir porque esa me pareció mi única salida, la única tarea merecedora de mis posibilidades.
Honestamente había intentado todos los otros caminos hacia la libertad. Yo era un fracaso autodeterminado en el llamado mundo de la realidad, no un fracaso a causa de falta de habilidad.
Escribir no era una "huida", una manera de evadirme de la realidad de todos los dias; Por el contrario, significaba una zambullida mas profunda todavía en el estanque salobre, una zanbullida en la fuente donde las aguas se renuevan constantemente, en donde había perpetuo movimiento y bullicio.
Examinando mi carrera me veo como una persona capaz de emprender casi cualquier tarea, cualquier vocación. Era la monotonía y la esterilidad de las demás salidas lo que me conducía a la desesperación.
Yo exigía un reino en el cual yo fuese, al mismo tiempo, amo y esclavo: el mundo del arte es el único reino semejante.
Entre en él sin ningún talento aparente, un completo novato, incapaz, torpe, corto de lengua, casi paralizado por el miedo y la aprensión.
Tuve que asentar un ladrillo encima de otro, dejar sobre el papel millones de palabras antes de escribir una palabra real, auténtica, arrancada de mis propias entrañas.
La facilidad de palabra que poseía era un obstaculo; yo poseía todos los vicios del hombre instruido. Tuve que aprender a pensar, sentir y mirar de un modo totalmente nuevo, de un modo ignorante, "a mi propio estilo", que es lo mas duro del mundo.
Tuve que arrojarme a la corriente, sabiendo que, probablemente, me hundiría. La gran mayoría de artistas se están arrojando a ella con salvavidas alrededor del cuello, y con frecuencia, más que menos, es el salvavidas los que los hunde.
Nadie puede ahogarse en el oceano de la realidad si voluntariamente se entrega a la experiencia. Sea lo que fuere que haya de progreso en la vida, llega, no a través de la adaptación, sino a través de la audacia, obedeciendo el impulso ciego.
"No hay audacia fatal", dijo René Crevel, en una frase que nunca olvidaré.
Toda la lógica del universo está contenida en atreverse, es decir, en crear partiendo del apoyo mas sutil, mas débil.
Al principio, esta audacia es confundida con la voluntad, pero, con el tiempo, la voluntad se desvanece y toma su lugar el proceso automático, que, nuevamente, ha de romperse o dejarse caer, estableciendose una nueva certeza que no tiene nada que ver con el conocimiento, la pericia, la técnica o la fé.
Con el atrevimiento, uno llega a esa misteriosa posición X del artista, que es ese anclaje que nadie puede describir con palabras, pero que subsiste y emana de cada linea escrita.
Honestamente había intentado todos los otros caminos hacia la libertad. Yo era un fracaso autodeterminado en el llamado mundo de la realidad, no un fracaso a causa de falta de habilidad.
Escribir no era una "huida", una manera de evadirme de la realidad de todos los dias; Por el contrario, significaba una zambullida mas profunda todavía en el estanque salobre, una zanbullida en la fuente donde las aguas se renuevan constantemente, en donde había perpetuo movimiento y bullicio.
Examinando mi carrera me veo como una persona capaz de emprender casi cualquier tarea, cualquier vocación. Era la monotonía y la esterilidad de las demás salidas lo que me conducía a la desesperación.
Yo exigía un reino en el cual yo fuese, al mismo tiempo, amo y esclavo: el mundo del arte es el único reino semejante.
Entre en él sin ningún talento aparente, un completo novato, incapaz, torpe, corto de lengua, casi paralizado por el miedo y la aprensión.
Tuve que asentar un ladrillo encima de otro, dejar sobre el papel millones de palabras antes de escribir una palabra real, auténtica, arrancada de mis propias entrañas.
La facilidad de palabra que poseía era un obstaculo; yo poseía todos los vicios del hombre instruido. Tuve que aprender a pensar, sentir y mirar de un modo totalmente nuevo, de un modo ignorante, "a mi propio estilo", que es lo mas duro del mundo.
Tuve que arrojarme a la corriente, sabiendo que, probablemente, me hundiría. La gran mayoría de artistas se están arrojando a ella con salvavidas alrededor del cuello, y con frecuencia, más que menos, es el salvavidas los que los hunde.
Nadie puede ahogarse en el oceano de la realidad si voluntariamente se entrega a la experiencia. Sea lo que fuere que haya de progreso en la vida, llega, no a través de la adaptación, sino a través de la audacia, obedeciendo el impulso ciego.
"No hay audacia fatal", dijo René Crevel, en una frase que nunca olvidaré.
Toda la lógica del universo está contenida en atreverse, es decir, en crear partiendo del apoyo mas sutil, mas débil.
Al principio, esta audacia es confundida con la voluntad, pero, con el tiempo, la voluntad se desvanece y toma su lugar el proceso automático, que, nuevamente, ha de romperse o dejarse caer, estableciendose una nueva certeza que no tiene nada que ver con el conocimiento, la pericia, la técnica o la fé.
Con el atrevimiento, uno llega a esa misteriosa posición X del artista, que es ese anclaje que nadie puede describir con palabras, pero que subsiste y emana de cada linea escrita.
-Henry Miller-
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